El Espíritu de Cristo es fuente de inspiración, creatividad y renovación. Acompaña a la comunidad de fe haciendo posible su vida y el sentido de su existencia en el mundo. En algunas lenguas, por ejemplo, la alemana, “espíritu” significa sentido, el sentido de una época, el sentido de la historia. El sentido que toman las cosas, el mundo y las personas en un tiempo determinado. Es decir, “espíritu” es una palabra ligada a una forma de vida orientada por un sentido, una orientación hacia un norte concreto. Esto es precisamente lo que el Espíritu Santo hace con la iglesia y con quienes la conformamos. Nos ayuda a encontrar una orientación en medio de nuestro mundo. No a pesar de las complejidades, sino en medio de ellas. Nos ayuda a darle forma a nuestro testimonio aquí y ahora.
«El Espíritu de Cristo es fuente de inspiración, creatividad y renovación.»
La obra lucana es evangelio y es historia, en ambos el Espíritu tiene protagonismo. Jesús en este evangelio es acompañado y movido permanentemente por el Espíritu. Luego, en conexión inmediata con este evangelio, los Hechos de los Apóstoles, cuentan la historia de la comunidad cristiana y sus diferentes vicisitudes, pero resaltando la compañía del mismo Espíritu que estuvo con Jesús. Esta comunidad, desde el comienzo, es invitada a poner la mirada al frente, en la historia, en la sociedad donde está teniendo lugar el advenimiento del reinado del Mesías resucitado. En esta historia, constituida por hombres y mujeres de diferentes orígenes, condición social, cultural, política y económica, surge y toma forma una comunidad con una vida alternativa fruto de la acción del Espíritu de Cristo.
La comunidad de discípulas y discípulos de Jesús encuentra en este Espíritu la fuerza para renovarse y para ser creativa en un mundo de grandes desafíos y acelerados cambios. Gracias a este Espíritu la comunidad cristiana puede darle sentido a sus acciones y a sus palabras para que sean un testimonio vital de Jesús resucitado. Esta es la motivación para volver a reflexionar nuestra relación personal y comunitaria con el Espíritu Santo. Este ejercicio que haremos en las semanas que vienen, poniéndonos juntos a la intemperie para sentir el soplo renovador del Espíritu sobre nuestro rostro, nos ayudarán a ser más sensibles y conscientes del sentido de nuestra vida, y también de la dinámica que la hace posible. Hay algo muy cierto, no podemos sostener nuestro seguimiento comunitario de Jesús, sino contamos y nos abrimos a la compañía del Espíritu Santo.